Mi cena con Sophie
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Mi cena con Sophie

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Mi cena con Sophie

Hace unos días, vi un vídeo de un tipo francés leyéndoles la cartilla a los turistas con una lista de cosas que no deberían hacer cuando visiten Francia... y París en particular: "Error número uno: no hay que hacer esto; Error número dos: no hay que hacer aquello..." etcétera. Cuando terminó su lista, preguntó si había algo que no deberían hacer los que visitan nuestros respectivos países, y de hecho les voy a contar una pequeña anécdota que viví con una francesa que estaba de visita en Estados Unidos, donde yo vivo, en 1999.

Por aquel entonces, yo vivía en Nueva Orleans, no lejos de un albergue juvenil. Una noche, salí de mi apartamento para ir a comer algo y me encontré con tres chicas francesas que también buscaban dónde comer. Les dije que iba a comer pasta y que si a ellas también les apetecía, por supuesto podían acompañarme. Una de ellas, Sophie, dijo que prefería ir a comer a MacDonald's porque estaba sin blanca. Yo, caballeroso, le dije que no se preocupara, que yo la invitaba pues me había dado cuenta de que las otras dos chicas querían ir a cenar conmigo. Ella no tardó en aceptar mi invitación y salimos todos a pie, ya que no quedaba lejos.

Por el camino, nos cruzamos con varias personas de color, cosa que no es de extrañar en una ciudad donde el 80% de la población es negra. Pero cada vez que Sophie veía a un afroamericano por la calle, decía (no estoy seguro de sus palabras exactas porque entonces yo no dominaba el francés) “¡Estoy con el credo en la boca! ¡Nos van a violar! ¡Estamos en pleno gueto!". Y les aseguro que de las tres chicas, ella era la menos "violable" con su cara de caballo y sus gafitas de abuelita. Y encima, tenía un aliento fétido que parecía que se le habían muerto tres chupacabras en la boca, cosa que pude comprobar cada vez que se dirigía a mí - incluso en la calle al aire libre. O sea, un auténtico esperpento. Ya está, cierro el paréntesis y continúo la historia.

En fin, conseguimos llegar al restaurante sin que nos violaran los negros. Durante la cena, Sophie no hizo más que criticar la ciudad, a los americanos y, sobre todo, la comida, diciendo que los americanos no sabemos comer, refiriéndose incluso a la comida que le pagué yo ya que ella era demasiado tacaña o tal vez realmente no podía permitírsela. En todo caso, a pesar de todas sus críticas, nada impidió que su Majestad vaciara el plato. No se tragó al camarero porque Dios fue muy grande. Y con esto, les presento el Error (universal) número uno: si alguien te invita a comer, ¡ten la delicadeza de no criticar la comida!

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