Lo que nos costaban las nueces
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Lo que nos costaban las nueces

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Hoy quiero contarles otra historia de viajes y estafas. Era la primera vez que mi mujer y yo visitábamos a Vietnam y estábamos un poco nerviosos porque su cultura era muy diferente a la nuestra.

Pero cuando estuvimos allí resultó que nos pareció un país muy bonito y seguro. A veces nos costaba comunicarnos con la gente, pero todos eran agradables. La primera tarde, mientras cenábamos fuera, se nos acercó una chica jovencita y nos ofreció unas bolsitas de nueces. Nos dijo que las había hecho ella misma, y que solo costaban 7 dólares. 

Las nueces tenían buena pinta y la chica era muy mona y amable, así que las compré. Cuando la jovencita había salido, mi mujer me miró y me preguntó por qué el precio era tan alto. Le dije que no lo sabía pero que no me importaba, porque quería probar la comida local, casera y auténtica.

Después de cenar, pasamos por el mercado nocturno y me sorprendió que muchos puestos vendían un montón de esas mismas nueces, pero el precio no eran siete dólares, sino tres. Mi mujer se rió y me dijo que aquella chica era una artista del engaño, y que no las había hecho ella misma. Le respondí que no era verdad, que era probable que ella tuviera una gran cocina donde preparaba las nueces para todos los puestos del mercado. Mi mujer se rió otra vez.

En cualquier caso, lo pasamos genial durante el viaje y resultó que no teníamos que preocuparnos tanto por las estafas, al menos, hasta el último momento estábamos en el país cuando ya estábamos de camino al aeropuerto en taxi. Había leído sobre las estafas de los taxistas, así que prestaba atención al taxímetro. Cuando llegamos al aeropuerto y vi que el metro marcaba poco más de dos dólares. 

Se puso muy nervioso y empezó a toquetear el taxímetro de forma bastante torpe. Cuando terminó, nos mostró que el taxímetro marcaba más de viente dólares. Era tan obvio lo que había pasado que mi mujer y yo casi nos echamos a reír. Pensaba en llamar a la policía pero teníamos que coger un vuelo muy largo y no teníamos mucho tiempo. Finalmente miré al taxista deshonesto con severidad y le di 3 dólares y salimos del taxi con nuestras maletas. 

Subimos al avión y, mientras esperábamos a que despegara, pensé en lo mucho que me había ofendido lo que había intentado hacer. Pero luego me di cuenta e que esas pequeñas estafas pueden pasar en lugares donde la gente no tiene muchas oportunidades económicas. 

Abrí mi mochila para encontrar algo de comer y encontré las nueces caras que le había comprado a esa vendedora tan mona y simpática. Nunca sabía si las había preparado ella o no, pero me daba igual: estaban buenísimas.

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