Fue un día de otoño templado, y el perrito estaba en el patio trasero. El patio estaba vallado, pero el perrito soñaba con correr libre algún día por el mundo exterior, sin correa o cuerda atado a su collar. Por supuesto el perrito no tenía ningún idea sobre el gran expanse del mundo exterior. Sólo sabía su calle, y lo más importante el montón enorme de hojas que los vecinos de calle abajo habían rastrillado. El perrito quería nada más que conocer esas hojas.

En este día de otoño, sin embargo, el perrito ya no podía resistir la tentación de las hojas. Le parecían tan divertidas. Así que conspiró darse a la fuga.

Su primera idea fue saltar la valla que rodeaba el patio trasero, pero él era demasiado pequeño. Después de tres gran esfuerzos, se dio cuenta de que ni siquiera estaba cerca de lograrlo. Pero no podía abandonar su misión todavía. Su siguiente idea fue cavar bajo de la valla, y para esto él tuvo éxito. Salió del hueco al otro lado de la valla y se sintió asombrado.

¡Guau! ¡El mundo! -- pensó.

Empezó a correr hacia el montón de hojas riendo para sí mismo todo el tiempo como una hienita, cuando de repente vio algo que se sacudió hasta los huesos. Era un gato. Pero el perrito aún no conocía a los gatos...aún eran un misterio, y por eso el gato le horrorizó. El gato maulló justo en ese momento y el perrito se hizo paralizado con el miedo.

Me faltan las conocimientos para estar acá fuera -- su dijo a sí mismo -- No tenía ni idea de los riesgos que corría cuando escapé del patio trasero.

El quería tanto saltar en esas hojas, pero sintió demasiado intimidado para pasar el felino aterradoro. El gato dio un par de pasos hacia el perrito. Justo entonces, el perrito era seguro que estaba a punto de morir. De repente, él oía -- ¡Ah! ¡Allí estas! ¡Venga aquí mi pequeño Topos!

Fue su dueño humano. Ella recogió Topos el perrito, saludó al gato, y volvió en casa. Topos era fuera de peligro, pero también sin la experiencia de saltar al montón de hojas.