Cejas falsas
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Cejas falsas

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No me preocupo mucho normalmente por los estándares de belleza, pero uno al que he cedido es el de las cejas. No sé si hay exactamente un estándar en cuanto a cejas, pero por lo menos las normas exigen que las tengas. Sí las tengo, pero también sobreviví a los años 2000 como adolescente, así que las cejas apenas salieron vivas de aquella época.

En aquel entonces, era la última moda llevar las cejas muy delgadas (pienso siempre en Christina Aguilera como el ejemplo perfecto de ese tiempo). Un día, mi hermana mayor me contó que ya no soportaba ver mis cejas grotescas y tupidas. De verdad, no eran tan malas. Incluso entonces utilizaba las pinzas para depilármelas. Ella me pidió que yo le dejara arreglármelas. Era joven, es decir muy sugestionable y fácilmente influenciable. Así que dejé que me aplicara la cera caliente en las cejas y ese es el final de mi relato. El pelo se partió, mi cara estuvo de moda por tal vez 2 o 3 años, y después pasé el resto de mi vida (te lo juro) intentando volver a hacer crecer las cejas. Pasivamente, por supuesto. Creo que el proceso de recuperar las cejas es de espera.

De todos modos, el pelo nunca volvió a crecer del todo y por eso odio mis cejas. Así que conseguí unas postizas. Son como un tatuaje que va bajo el pelo que al parecer no es permanente y de verdad parece bien real. Se usa un instrumento especial para dibujar cada mechón de pelo e integrar colores distintos para darles un aspecto de más profundidad.

Después de que me pusieron el tatuaje, no podía reconocerme. Quedaron bien, claro que sí. Pero ya no era mi cara. Tenía que acostumbrarme a mi aspecto levemente nuevo.

Al final, terminaron gustándome. El tatuaje era algo no muy grave que me dio un poco más de confianza. Estoy un poco avergonzada por el hecho de que me he rendido a la presión de la sociedad, sí. Pero ya no me importa mucho.

Headline image by gaberce on Unsplash

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