Estafadores
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Estafadores

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Hoy quiero contarles una historia sobre algo que nos pasó hace unos años, cuando mi mujer y yo fuimos de vacaciones a México.

Teníamos muchas ganas de hacer una excursión en particular porque combinaba tres actividades: un viaje en barco, la oportunidad de hacer esnórquel y, lo más impresionante, una visita a una playa preciosa escondida dentro de una cueva.

El día del viaje, tomamos el autobús y llegamos al pueblo donde empezaban las excursiones. Encontramos una oficina de turismo y compramos las entradas. Mientras esperábamos el barco, llegó otro turista. Nos dijo que era de Canadá y que se alegró de encontrar a otros angloparlantes. Nos preguntó dónde podía comprar una entrada para la excursión. Le indicamos dónde estaba la oficina, pero de repente apareció un hombre que le ofreció vendérsela. La compró, pero me sorprendió que el precio fuera 18 dólares, cuando nosotros habíamos pagado 20.

Miré a mi mujer con cara de mala leche y le dije que los de la tienda de turismo eran unos estafadores. De todos modos, hacía un día espectacular: mucho sol, el agua estaba muy caliente y era cristalina. Vimos un montón de peces mientras hacíamos esnórquel.

Por fin llegó el gran momento: el barco llegó a la cueva que escondía la playa secreta. El guía nos explicó que, para proteger la zona, el gobierno solo permitía la visita de 12 personas a la vez. Pero había algo raro: el límite eran 12 personas, pero en el barco éramos 13 turistas, y el señor de Canadá, el que había pagado 2 dólares menos que nosotros, no tenía permiso para ir a la cueva.

Así que todo el mundo, excepto él, se bajó del barco y nadó hasta la playa escondida dentro de la cueva. Al llegar, todos estaban de acuerdo en que era una auténtica maravilla, un lugar precioso y especial. Nos quedamos allí durante una hora, disfrutando de las vistas y sacando fotos.

Cuando volvimos al barco, llenos de emoción, vimos al señor de Canadá. Había estado allí solo durante toda la hora, y ahora era él quien tenía cara de mala leche.

Más tarde, me di cuenta de lo que había pasado. No era que nuestras entradas fueran demasiado caras, sino que la que le habían vendido a él no valía para nada. Hay muchos estafadores en el mundo. Aquel día, por suerte, no caímos en la trampa.

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