Mis dos primeros amores son los sitios elevados y el acto de subirlos.
Probablemente existan estudios de investigación que enumeren los beneficios de subirse a los árboles, pero yo no los he leído. La única referencia que tengo es puramente anecdótica.
Cuando era niña, mis primos segundos que viven cerca de la playa me enseñaron a trepar por las piedras de la orilla rocosa. Me enamoré de eso. Desafortunadamente mi cuerpo tierno no era suficientemente grande, mis extremidades no eran lo bastante largas como para realmente escalar las piedras como hubiera querido. No he visitado la playa como adulta pero si la oportunidad se presenta, ustedes ya saben lo primero que voy a hacer. Las piedras a la orilla del mar son muy diferentes a las de la pared de un gimnasio. Son formaciones naturales. Las rocas individuales sí tienen aspectos parecidos, repetidos, pero no tanto como en una obra del trabajo humano. La experiencia de treparse a ellas es mucho más dinámica y creativa. Estás rodeado de los elementos, como el viento, el sol y la humedad.
Además, para mí es un reto escalar un muro hecho a mano, pero una roca costera no. Esto me viene naturalmente. Los árboles y las piedras me presentan con la misma clase de "rompecabezas", la de subirlos tomando en cuenta los límites de mi cuerpo. Y mientras subo y resuelvo el rompecabezas, mis músculos también se están ejercitando, y eso hace transmitir dopamina al cerebro. Es una forma de terapia.
Supongo que tenía siete u ocho años cuando intenté por primera vez subirme al árbol del jardín de mi familia materna. Cuando subí, me vinieron ganas de quedarme ahí para siempre. Como expliqué muchos años después de ese momento, "Hay algo maravilloso en subirse a un árbol y quedarse sentado allá arriba. A esa altura el aire se aclara y puedes ver mejor las cosas como realmente son. El tiempo frena por un momento y se siente la tierra ampliar bajo sus pies."
Los sitios elevados tienen un lugar muy especial en mi corazón. Allí encuentro una paz y una perspectiva que no he encontrado en ningún otro lugar. Estoy más cerca del cielo. Creo firmemente que mi amor por esos sitios es una bendición de Dios en mi vida, para que pueda acercarme a y conectarme con *Él.
“El Señor y Dios es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas.” La Biblia, Habacuc 3:19
JG, es una verdadera bendición de Dios que te gusten las alturas porque yo, por ejemplo no puedo verlas ni en pintura. Unas amistades llevaron a los niños a Disney World y sacaron un vídeo montando una montaña rusa que para qué contarte. Yo de presenciar el vídeo nada más por poco pierdo el conocimiento. En una parte suben despacito despacito a la cumbre de una de las "montañas" y al otro lado les espera una bajada casi vertical. En el vídeo se oye a los pasajeros grita que te grita y a mí la presión sube que te sube. Me dieron hasta ganas de vomitar. Yo no me explico cómo un ser humano puede disfrutar de semejante tortura china y mucho menos permitir que los niños se monten en esos vagoncillos que a veces hasta se descarrillan. ¡Qué grima!
¡Madre mía, Uly! ¡Supongo que hasta la imagen de este post te ponga ansioso!
Y para clarificar, nunca he encontrado a Dios en la cima de una montaña rusa 😂
Y es posible que a Él lo encuentres ahí, pero a mí por nada del mundo! 😅