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En continuación de https://journaly.com/post/26063

Al día siguiente regresé al lugar y descubrí que la trampa todavía estaba intacta. Mis altas expectativas ya se habían reducido un poco tras las decepciones del día anterior - no obstante, me sentí decepcionado. La pregunta que no me dejaba tranquilo era dónde estaba mi error. ¿Había elegido un lugar inadecuado otra vez? ¿Había tapado el agujero con ramas demasiado gruesas para romperse si algo puso su pata en la trampa?

Durante los próximos días había otras cosas que hacer y pasé el tiempo en el abandonado campo de golf con unos soldaditos de plástico que había encontrado allí. También había conocido a un niño que vivía en la granja ecuestre. Solíamos merodear por los alrededores, evitando a mi hermana pequeña. Pero de vez en cuando volví al lugar para controlar las trampas. Mejoré las construcciones y también cavé dos o tres huecos más en lugares diferentes. Incluso pensé en construir una trampa en el parque infantil que había en el centro del bosque, pero siempre había personas allí, así que me resultaba demasiado difícil hacerlo.

Cuando pasó una semana y todavía no había ocurrido nada, me propuse avanzar un poco las cosas. Decidí atraer a una persona al bosque y dejar que cayera en mi trampa.

La primera víctima que me vino a la mente fue mi hermana. Es tres años más joven que yo y en ese entonces tenía la costumbre de seguirme constantemente y molestarme. Pero ella solía ponerse a llorar con facilidad y yo no quería problemas con mis padres. Después pensé en las dos hijas de una familia vecina. Nuestros padres eran compañeros de trabajo y la mayor de las dos, siendo un mes mayor que yo, iba a mi clase. Así que cuando la encontré frente a nuestra casa la tarde siguiente, intenté persuadirla para que viniera al bosque conmigo. Aunque ya no puedo recordar esta conversación, me imagino que fue más o menos así:

- Hola, ¿me acompañas al bosque?

- ¿Por qué?

- Necesito mostrarte algo.

- ¿Qué?

- Es una sorpresa. Ya verás. ¡Ven conmigo!

- Dime que me quieres mostrar, si no, ¡no voy contigo!

- He construido una cabaña de árbol. Es muy bonita.

La última frase fue claramente una mentira, pero no quería mencionar lo que de hecho había construido en el bosque. Ella no solía jugar en ese lugar, así que me costó un poco convencerla.

Pero al fin nos pusimos en marcha. En el camino ella quiso regresar a casa una y otra vez y siempre necesité convencerla de nuevo. Supongo que mi evidente entusiasmo finalmente despertó su curiosidad, así que me siguió al bosque.

Elegí nuestro camino con mucho cuidado, ya que quería dirigirla por el sendero donde estaba mi trampa. Cuando nos acercamos al lugar le pedí que se quedase un poco detrás de mí y que mirase las copas de los árboles. Cuando llegamos a la trampa, la evité y me detuve un momento esperando que la niña la pisara. Pero, cuando me di la vuelta, encontré que ella también había pasado la trampa sin tocarla. Empece a fingir que estaba buscando la cabaña de árbol y no podía recordar el árbol en concreto. Así que nos dirigí otra vez de vuelta al sendero, para que pasáramos la trampa de nuevo. Tuve que repetir esta maniobra una vez más antes de oír el ruido de ramas que se rompían detrás de mí.

Cuando me volví, ella ya estaba sacando el pie del agujero. Me miró enfadada, pero solo me preguntó dónde estaba la casa del árbol. Cuando confesé que no había ninguna casa de árbol y que la trampa era la única que yo había construido, se puso furiosa.

Me sentí algo triste de que no apreciara mi trampa de ninguna manera y salimos del bosque.

Después el tema de las trampas perdió su fascinación.

Pero en ese entonces el mundo todavía era un lugar grande y desconocido, y había muchas otras cosas a las que dedicarse.

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