Hoy es la celebración de la boda de mi hijo mayor.

Mirando por la ventanilla del tren, veo pasar el típico paisaje verde del norte de Alemania. En efecto es un día veraniego soleado y hace calor. El anticiclón de España y Francia se está expandiendo y las temperaturas suben aquí. Me encuentro en el vagón restaurante, pero no hay servicio hoy y todos tenemos que recoger nuestro café en el mostrador.

Apenas hay gente aquí. Solo dos mujeres. Una de ellas intentó iniciar una conversación y empezó por quejarse del servicio - precisamente sobre el hecho de que no hay servicio - pero yo no quería quejarme. Quejarse es una costumbre muy común aquí en Alemania y el tema más popular es el servicio del tren. Si no te puedes quejar del tiempo, los políticos, la inflación, siempre queda el tema del servicio del tren.

Me doy cuenta de que la mujer tiene más o menos mi edad. Debe haber sido una mujer muy atractiva, todavía lo es, pero las huellas de la vejez ya se ven en su cuerpo. Su piel está perdiendo la elasticidad, ya muestra arrugas en el cuello y sus mejillas cuelgan un poco. Aquí estamos: perdiendo nuestros cuerpos a la entropía. Hay una teoría según la cual durante la evolución, todas las mutaciones que soportaban nuestra fertilidad se han ido acumulando. Pero, también se han acumulado mutaciones con efectos negativos en cuanto estos efectos tuvieran lugar después de nuestra reproducción, simplemente porque no somos importantes para transmitir nuestros genes después de haber reproducido.

Vale.

Escribiendo estas líneas puedo ver el oscuro reflejo de mi cara en la pantalla. Ya veo el viejo que seré. Ya tengo arrugas en el cuello y ojeras profundas.

Mi padre no quiso ir a la boda. Se siente un poco mal y es un viaje de cinco horas en coche. Así que no va a acompañarnos.

Él ahora tiene 82 años.