No me digas que tienes miedo
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No me digas que tienes miedo

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Aquí encontraráis la traducción al español de un apartado de "Non dirmi che hai paura", un libro del autor italiano Giuseppe Catozzella. El libro fue imprimido en Italia en 2014 y ganó el Premio Strega en el mismo año. Catozzella es en mi opinión el mejor autor italiano contemporáneo. Disfrutad!

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De la guerra, a mí y a Alì, nunca nos ha importado algo. Que se matasen en las calles, a nosostros no nos afectaba. Porque la guerra no podía quitarnos lo que verdaderamente era importante para nosotros: lo que él era para mí y lo que yo era para él.

La guerra puede quitarte muchas cosas, pero eso no. A mí me quitó la mar. La primera cosa que percibí al nacer fue el olor de la mar que recorría rápidamente las calles, desde la costa hasta el patio de mi casa, el olor de la sal que aún impregna mi pelo y mi piel, de la humedad que penetra en el aire.

Con todo eso, yo la mar solo la toqué una vez. Sé que es agua, que cuando saltas te empapas como cuando vas al pozo, pero hasta que lo haga no luegro creerlo.

Alguna vez toqué la arena, aunque no debería hacerlo. Por las tardes, de vez in cuando, Alì y yo andábamos silenciosamente por las callejuelas que él solo conocía y nos acercábamos a la inmensidad de la mar. Nos parábamos al costado del camino que recorría la amplia playa de sur a norte. Escondidos detrás de un camión o un tanque, nos quedábamos horas a contemplar las ondas balanceándose de acá para allá y jugando con el sol, que se reflejaba por todos lados. Nos muríamos por saltar al agua. Aquella inmensidad estaba allí, bajo nuestros ojos, y nosotros no podíamos entrar.

Pero dos o tres veces, Alì se hice ancioso. Yo lo advertí porque no dejaba de frotarse las manos. Miró a sus alrededores, me cogió por el brazo y me dijo que corriera. Solamente eso: "Corre". Aquellas veces cruzamos el camino y nos sentamos en la arena. Locos, podrían dispararnos, la playa es entre los lugares favoridos de los milicianos, es cielo abierto, las balas de los rifles allá viajan directas.

Pero nosotros pretendimos ser dos niños comunes, de los que no pensan en nada y saben jugar.

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