¿Conocen ustedes qué es la ley de Murphy? No se trata de una ley real sino de un principio que establece que «todo lo que pueda ir mal, irá mal».

Por ejemplo, cuando vas al supermercado, tienes que elegir una fila. La ley de Murphy dice que da igual cuál elijas es inevitable que la fila que has elegido avance más lentamente que las demás.

Aunque la ley de Murphy es muy conocida en mi país, nunca había conocido su historia hasta hace unos días. Resulta que fue acuñada en la década de los cuarenta por Edward A. Murphy Jr., un ingeniero aeroespacial estadounidense.

Murphy quería llamar la atención sobre las posibilidades negativas para que los ingenieros tuvieran más cuidado con sus proyectos. Con el tiempo, una variante de la ley pasó a formar parte de la cultura popular y acabó aplicándose a las decepciones cotidianas.

Por ejemplo, cada día cuando vas a la parada del autobús, tienes que esperar ya que el autobús llega tarde. Según lo que el señor Murphy nos ha enseñado, la primera vez que llegas tarde a la parada, el autobús ya habrá salido porque habrá llegado a tiempo.

Si estás trabajando en un proyecto que requiere una herramienta específica, la ley de Murphy también tiene algo que decir al respecto. Dice que encontrarás todas tus herramientas ese día, excepto precisamente la que necesitarás.

Imagina que tienes una entrevista para el trabajo de tus sueños. Vistes perfectamente, con un traje formal y una camisa blanca bien planchada. Según la ley de Murphy, no deberías desayunar, porque se te caerá la tostada con mermelada en tu ropa perfecta.

Como podrán imaginar, hay muchos más ejemplos populares. Y, después de conocer la ley, es muy probable que encuentres tus propios ejemplos en tu vida diaria.

Pero, si piensas en Murphy, no tendrás por qué creer que tienes mala suerte. Al menos, no es que tu suerte sea peor que la de los demás. La ley de Murphy puede servirnos para darnos cuenta de que esas cosas les pasan a todos.