Hace un par de semanas, algunas amigas y yo hicimos cada una una lista de cosas para hacer este otoño y, quizá, también a principios del invierno. Uno de mis pequeños objetivos era conseguir entradas para algunas obras de teatro. Me gusta el teatro, pero al mismo tiempo en algunas ocasiones pueden hacerme sentir vergüenza ajena si la obra tiene una trama cursi o si los actores son débiles. Creo que la perspectiva de sufrir vergüenza ajena y, además, la vergüenza de haber hecho una mala recomendación, pueden disuadir a muchas personas de sugerir a otra persona a ir al teatro con ellos. Pues bien, he decidido enfrentarme con este miedo con algo tan trivial e invité a una amiga a asistir a un espectáculo conmigo.
Fuimos a ver una obra cuyo tema trata sobre la lucha contra el envejecimiento y, especialmente, la pérdida de memoria. Pensé que la compañía de teatro hizo un buen trabajo, pero el guion no me gustó. Tenía algunos momentos fuertes, pero también mucho humor, que a mí no me hizo gracia. No me voy a reír simplemente porque cualquiera utilice mucha aliteración, por ejemplo (en un momento de la obra, un personaje incluso dice que la aliteración es un truco muy barato).
A pesar de todo, no nos arrepentimos de haber ido. Nos lo pasamos muy bien saliendo juntos. Quisiera probar con algunas otras obras este año.