Como un maletín de asas gastadas
que marcan mi mano y desgarran la piel de mis dedos.
El cuero aún cálido y rasgado,
y lo que yace dentro me es desconocido,
y todavía no puedo abrirlo.
"Mejor me voy de este lugar", dijiste.
¿Qué hago con las palabras que ya no puedo decirte?
Así como la flor no se ha marchitado,
y sigue roja y cálida,
aunque nunca la regaste.
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