Spanish
Volvíamos a la cárcel todos los martes para dar clases de historia. Parecía que habían elegido una sección de la tierra no querida por Dios para levantar el edificio, una superestructura de bloques de hormigón. Era una afrenta directa a la naturaleza, y la naturaleza respondió de la misma manera. El edificio, a cienes de kilómetros del mar, fue atormentado, sin descanso, por una bandada de gaviotas. Peor aún, las desafortunadas criaturas parecían entender que no pertenecían a este suelo seco y sin vida. Sus gritos histéricos penetraban incluso en el hormigón, cuyos habitantes comprendían, pero no podían responder.
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