Mirando atrás me veo con mis hijos sentados en la playa de Ipanema. Era el último día. Aún teníamos tiempo, ya que nuestro vuelo de vuelta a Europa salía a las nueve de la noche y todavía era por la tarde. Ya habíamos tenido que dejar nuestro apartamento al mediodía y decidimos pasar un par de horas en la playa.
Y ahí estábamos, sentados en tumbonas, las maletas a nuestros lados, mirando al mar y despidiéndonos de Brasil.
Soplaba un viento bastante fuerte y en el cielo flotaban nubes grises. En el horizonte se podían ver dos o tres pequeñas islas. Una de ellas me llamó la atención: parecía un cono, liso, sin vegetación. Me gustaba la idea de volver algún día a Río y escalar esa pequeña montaña en el mar.
Cada dos o tres minutos uno de los vendedores de la playa se acercaba y nos ofrecía lo que quería vender: bebidas, algo de comer, gafas de sol o ropa de cualquier tipo. Pero no necesitábamos nada y tras algunas ofertas rechazadas, entendimos que la forma más efectiva de rechazar una oferta sin discusión era la pequeña frase brasileña "Tudo bem". Así podía relajarme mientras mi hijo menor pronunciaba un relajado "Tudo bem" cada pocos minutos y mantenía a distancia a los vendedores de la playa.
Cuando volví a mirar hacia el mar, vi a un hombre en una barca que intentaba llegar a la playa. Era un catamarán y aún estaba detrás de la zona de oleaje. Cuando llegó al oleaje, una gran ola lo alcanzó y volcó, partiendo el mástil en dos.
El hombre llegó a la playa junto con los trozos de su embarcación, que el viento arrastró rápidamente por la playa.
Tardó un buen rato en recogerlos todos.
Una hora después tomamos un Uber al aeropuerto.
¡Feliz Año Nuevo, Marcus!
No es por nada, pero yo le pondría como título: Río de Janeiro, para que no parezca que se trata de un río cualquiera.
A ti también un feliz año nuevo, @CocoPop, mi fiel lector. Escribí estos recuerdos para practicar el uso de los pasados. A mí, como ya sabes, me gustan las ambigüedades. Así me quedo con el título.
;-)
¡Feliz Año Nuevo, Marcus!
¡Igualmente!