Me gusta escribir cuentos. Siempre me ha gustado escribir. Desde niña, mi mamá y mi papá me han enseñado la importancia de aprender a escribir bien y utilizar mi creatividad. Sin embargo, recientemente, he descubierto que no me es fácil escribir historias largas, las historias con muchos capítulos o grandes novelas como las de Tolstói o García Márquez. Uno puede encontrar mi talento en las historias cortas, las historias que viven de manera espeluznante, y se mueren igual de rápido. Para aclarar mi punto, hago referencia a otra gran obra de literatura, El gran Gatsby por F. Scott Fitzgerald. No entendí mucho de esta novela cuando la leí por primera vez en el colegio, pero ahora creo que la comprendo más con los años que tengo.

La meta no es alcanzar el sueño americano, lo cual, para mí solía incluir ser una gran autora. A menudo se dice que día a día sólo se ven los éxitos de los exitosos. Nadie piensa en lo que les costó a esas personas convertirse en alguien con talento, dinero y fama. Hace años me di cuenta de que no tengo que dejar impresionado a nadie. Me gusta aprender lo que me gusta aprender, y me gusta pasar tiempo haciendo lo que quiera. La meta es hacer lo que te hace feliz, y que te motiva a despertarte en la mañana. ¿En qué no puedes dejar de pensar?

Cuando tengo tiempo libre, pienso en mundos nuevos, y en aprender cosas nuevas. Estoy segura de que no soy la única.

Mis cuentos ahora son para mi familia, no para el público de Netflix. Quizá no me cuesta escribir un cuento si es básico, pero no soy una gran escritora. Y es que no tengo que serlo. Sólo tengo que ser yo.

Creo también que ustedes deberían ser sus bonitos yoes. Así que, aunque no se les dé bien algo, sigan buscando lo que va a hacerles felices.