La boda
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La boda

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daily life

La boda de mi hijo tuvo lugar en un pequeño castillo del siglo XIV cerca de la frontera a Países Bajos.

Fue el día más cálido del año hasta entonces. Cuando el tren llegó a la estación de la pequeña ciudad, mi hermanastra, mi cuñado y la segunda mujer de mi padre ya estaban esperando para recogerme. Pero decidimos comer algo ligero antes de dirigirnos al lugar. Luego mi segunda hermana, que tenía la otra parte de nuestra familia en su coche, me llamó por teléfono y decidió unirse a nosotros. Ahí estábamos, charlando y comiendo en un lugar que me parecía estar en medio de la nada. Nos olvidamos un poco del tiempo y tuvimos que salir algo precipitadamente para llegar a tiempo a la ceremonia después de habernos cambiado en nuestras habitaciones.

Debido a las altas temperaturas, la pareja había decidido celebrar la boda en un claro del bosque que rodea el castillo. El resto de la asamblea ya estaba presente y, por supuesto, nosotros fuimos los últimos en llegar. El novio - mi hijo - ya estaba bastante nervioso y su novia esperaba en algún lugar desconocido con su padre. Me dieron un asiento en la primera fila al lado del padrino de boda. A mi izquierda estaba sentada la madre de mis hijos, una mujer que - tras un conflicto familiar - yo no había visto desde hace más de diez años. Intercambiamos algunas palabras, pero no me apetecía tener una conversación más profunda y tampoco era el momento.

La mayoría de los hombres estaba vestido de traje o de camisa blanca con corbata, pero yo, acostumbrado a vestirme un poco más relajado, no llevaba corbata. Sin embargo, me había comprado una camiseta polo blanca de manga corta - perfecto.

Cuando la novia llegó se veía impresionante. Iba acompañado de su padre, un hombre muy simpático, un poco mayor como yo.

Después de la celebración pasamos al patio del castillo para felicitar la pareja y tomar un champán. Más tarde la reunión entró en la sala de los caballeros para comer. Mucha gente había preparado contribuciones y una de ellas era la presentación de una colección de fotos de mi hijo y su mujer antes y después de que se conocieran. Mi hijo menor me había pedido unas fotos de la infancia de su hermano.

Cuando la presentación llegó a mis fotos, había una que mostraba a mis hijos en el Mar del Norte. Entre ellos había un barco con una vela blanca.

Mirando la foto, de repente, me siento lejos de todo. Sé que hay otra foto de ese día, en la que aparece mi hijo menor en brazos de una mujer rubia, delgada y enérgica, con una risa abierta. No era la madre de mis hijos, sino la mujer con la que una vez me sentí tan conectado y completo, como nunca más lo haré. Recuerdos de momentos en los que era tan feliz que casi me dolía salen a la superficie.

Una ola de emociones me invade.

¿Qué he perdido?

¿Qué he perdido?

Necesité unos minutos para centrarme otra vez en la fiesta que me rodeaba. A estas horas hacía mucho calor y todos estuvimos sudando. Después de la cena, decidí retirarme a mi habitación y dormir un rato.

Disfruté el resto de la noche sin demasiados recuerdos.

Una vez que dejamos este mundo, nada nos espera.

Así que lo mejor es disfrutar de la vida y conservar los buenos recuerdos de las cosas que una vez fueron tan bellas e importantes.

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