Una vez que te enteras de algo, no hay vuelta atrás, pero no siempre se puede actuar de forma constructiva con la nueva información. Por desgracia, a menudo nos sentimos impotentes con ella, y acaba siendo nada más que un lastre.

Cualquiera que lea las noticias, que esté expuesto a los titulares que vienen de todos lados y a todas horas, entiende que hemos llegado a un punto de tal complejidad en el mundo moderno que a menudo nos quedamos paralizados ante el panorama.

Por mi parte, me siento profundamente inútil y desesperada ante lo que sucede en Ucrania ahora con la invasión rusa. El mismo gobierno de EEUU casi se queda con las manos atadas frente al atropello debido a la posibilidad de una guerra nuclear en el caso de involucrarse de forma directa.

No digo que debamos dejar de seguir las noticias, porque está claro que quienes no estamos en Ucrania y estamos viéndolo todo desde lejos podemos ayudar a los ucranianos, ya sea mediante donaciones a organizaciones sin fines de lucro como La Cruz Roja, UNICEF, y Médicos sin Fronteras u otra forma de apoyo, incluso un apoyo espiritual (oración, velas, y demás). Más bien, me parece que la invasión de Ucrania es un recordatorio más de que nos ha vencido la complejidad.

Eso sí, por mucho que me agobie leyendo las noticias, leerlas podría ser la mejor forma de honrar y apoyar a nuestros compañeros ucranianos en su lucha de David contra Goliat. Y saber la verdad, gracias a la prensa libre de la que disponemos en occidente, es un gran privilegio que no debemos dar por hecho. Al mismo tiempo que nos vamos informando de la verdad, tenemos que intentar que no nos haga demasiado daño.