Ella aterrizó con un ruido sordo. La escalada del muro era casi imposible, pero había preparado y ya sabía cómo iba a usar las grietas y ladrillos rotos. Era una noche sin la luz de la luna. Con su ropa negra y pasos leves, ella rodeó la tapia silenciosamente. Había cumplido con la primera norma: Sé invisible.
No había viento y el aire estaba caluroso y húmedo. Se sentía el sudor en su cara y su camiseta de manga larga le parecía demasiada apretada. Caminaba a paso lento, como si su caminata tranquila fuera la más natural del mundo, hasta el momento cuando oyó el sonido que esperaba. No fue solo un sonido, sino una sensación cuando la tierra temblaba con la fuerza de la explosión. Sus instintos entraron en acción y se echó a correr. Corría a través del prado que separaba el muro del bosque y esperaba que la distracción fue suficiente. Corría y corría. Corría con todos sus esfuerzos. Esto no fue una caminata normal ni una carrera casual, sino un esprint desperado para su vida. Esa era la segunda norma: Sé rápida.
Se acercaba al bosque, pero todavía quedaba cien metros cuando oyó el primer disparo. Sabía que no iba a alcanzar la seguridad de los árboles si seguía la misma dirección, y comenzó a zigzaguear. Podía sentir el latido rápido del corazón y los pulmones ardían con el esfuerzo de evitar las balas. Estaba en el punto de entrar el bosque cuando una rama cerca de su cabeza se estalló. No detuvo ni un solo segundo y seguía corriendo. La única cosa en su mente fue si podía cumplir con la tercera norma. La más importante. Sé afortunada.
* Foto por Henry & Co. de Unsplash
Muy interesante tu historia, me encantó leerte. ¡Muchos éxitos con tu aprendizaje de español!