La historia de Fernanda
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La historia de Fernanda

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mystery

Ella caminaba por las calles silenciosas y oscuras. Aunque el restaurante no estaba cerca de su apartamento, le gustaba caminar y apreciaba el aire fresco. Más que nunca, después del vino. Había sido muchos años desde que había tenido una cita tan exitosa, y inesperada, y querría disfrutar la memoria.

Fernando conoció a Marco en el hospital en el que trabajaba, al final de un turno de trabajo que terminó a las ocho de la mañana. Los días de una medica en prácticas siempre eran largos, y este no fue ninguna excepción. Estaba agotada cuando chocó al hombre alto y delgado en la entrada del hospital. Mientras disculpándose, daba cuenta de su pelo moreno, su ropa estilosa y una nariz que estaba más larga que la normal. Él estaba blandiendo una sonrisa enorme. “No tiene que pedir perdón. Fue culpa mía”, él dijo.

Él explicó que fue su primer día en un nuevo puesto y estaba buscando la oficina. Por alguna razón, la única cosa que querría hacer en ese momento fue ayudarle. Le acompañaba a su despacho en el departamento de informática y charlaba sobre el tiempo y las dificultades en encontrar un lugar para aparcar. En el momento de despedirse, Marco le sugirió que continuara la conversación en un restaurante esa misma noche. Fernanda se rio, aceptó y con una sonrisa en sus labios, se marchó.

La cita fue fantástica y las horas pasaron como si fueran minutos. Fernanda no pude recordar mucho de la comida, porque el hombre le fascinaba tanto. Él tenía 35 años y era programador con una especialidad en los sistemas de salud. Había vivido en la zona desde que era joven y explicó que él y su madre se trasladaron después de la muerte de su padre. Marco se puso triste cuando mencionó a su padre, pero un instante después estaba riendo y ofreciendo más vino a Fernanda. Hablaron sobre sus gustos y pasatiempos. A él le encantaba fotografía y le gustaba usar drones para conseguir fotos inusuales. Fernanda le contó sobre su obsesión con el fútbol, y más concretamente, con Real Madrid.

Era muy tarde cuando advirtió la hora. El restaurante estaba casi vacía y era obvio que el personal querría cerrarlo. Como un verdadero príncipe azul, Marco pagó la cuenta, se puso de pie y le dio un beso en la mejilla. “Hasta pronto”, dijo.

* Foto por Daniele Colucci en Unsplash

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