Hace unos años estaba viajando por Camboya. El viaje estaba llegando a su conclusión y me pasé la ultima semana en Kampot, un pueblo junto a un río, y conocido por su pimienta. El hostal donde me estaba quedando quedaba a unos 4km del pueblo y como ya casi se me había acabado el dinero, iba al pueblo todas las tardes a buscar comida barata.
En una de esas excursiones, había llegado al centro del pueblo en busca de mi carrito de bocadillos favorito. Mientras deambulaba por las calles, un grupo de locales me gritó – ¡Oye, tú! ¿De dónde eres? – Yo me les acerqué y empezamos a charlar. Después de un rato, me invitaron a cenar. ¡La cena fue la hostia! Comí un montón de platos raros y sabrosos cuyos nombres ya no recuerdo, pero sí que me acuerdo haber comido cerebro de una vaca. ¡Qué consistencia tan rara tenía! Durante la cena, los hombres del grupo me contaron sobre sus puestos importantes en el gobierno de Camboya y sobre sus empresas, que han construido todas las carreteras más importantes del país. Luego, empezaron a hablar sobre sus planes para la mañana siguiente y que iban a ir a buscar no sé qué en la selva. Me invitaron a ir con ellos e inicialmente me pareció un idea súper chula. Después de unas cervezas y güisquis más, me despedí de ellos y emprendí el camino al hostal.
Hasta hoy no sé por qué, pero durante el regreso al hostal, empecé a tener dudas. Se habían metido en la cabeza. En la superficie, todo parecía estar demasiado "perfecto", sin embargo algo - no sé si fue su conducta o la forma en que me hablaron, me pareció raro. Terminé por convencerme de que si fuera con ellos, algo mal me iba a pasar, que por algún motivo no podía confiar en ellos.
No fui, y hasta hoy me pregunto si tomé la decisión correcta o si me perdí una gran oportunidad que nunca se me volverá a presentar en la vida.
Wow, qué historia más interesante!