El viaje de Romeo y Julieta
Spanish

El viaje de Romeo y Julieta

by

animals
family

Hace 15 años, en este mismo día, Marco vino a recojerme. Comimos con mis padres y luego subimos al coche. En mi regazo tenía el tazón de los peces rojos, que habíamos llamado Romeo y Julieta. Partimos, pero a la primera curva, el agua en el tazón hizo una ola que se me derramó sobre las piernas. Intuimos que mucho antes de llegar a nuestro destino, yo sería completamente mojada y los peces en seco.

Volvimos a casa de mis padres en busca de un envase grande lo suficiente porque los peces estuvieran comodos, pero con la embocadura estrecha que no hiciera salir el agua. Mi madre nos dio una botella vacía de salsa de tomate, que respetaba los requisitos. La llenamos de agua por la mitad y introducimos los peces que, siendo pequeñitos, estaban de maravilla ahí dentro. Volvimos al coche y partimos.

Cerca de la mitad de viaje en autopista, hicimos una posta en una estación de servicio, para estirar las piernas y tomarnos un café. También compramos una botella de agua fresca, para cambiar el agua de los peces rojos, que se había vuelto sucia y tibia. Cerca del coche, Marco, con la mano en la embocadura, inclinó la botella de los peces para sacar su agua, pero Romeo, pequeño y rápido, escapó entre sus dedos y cayó al suelo. Intentamos agarrarlo y descubrimos que no era nada facil, porque el pececito era viscoso y saltarín. Al final, Marco con un agarre afortunado logró capturarlo. Lo recolocamos en la botella, que llenamos con el agua recién comprada. Y nos pusimos de nuevo en la carrettera.

Horas después llegamos a nuestro destino. Subimos las escaleras hasta el piso, Marco abrió el portón y me quedé helada. Nuestro apartamento, que yo había visto una sola vez medio vacío, parecía un almacén. Estaba repleto de cajas de cartón de todas las medidas, escritas con rotulador: ropa de cama, vajilla, libros, libros, libros… Parada en el umbral, con la botella de los peces rojos en mano, estallé a reír. Marco también y nuestra risa loca y descontrolada llenó de alegria nuestro primer hogar.

3