Capítulo 1 (2/3)

María se despertó con un gran dolor de cabeza. Levantó la cabeza y trató de abrir los ojos, pero la luz cegadora del sol se sintió como una daga acuchillando la frente. Dejando escapar un quejido, cubrió los ojos con la mano y volvió a echarse en el suelo.

Debajo de la espalda, el suelo se sintió lleno de bultos como una pila de piedras. ¿Pero no se había desmayada en el césped anoche? ¿Por qué el suelo era tan duro? Y además, aunque no hacía mucho calor, el aire era mucho más húmedo y espeso de lo normal en Canadá, siquiera más que era durante su viaje a Costa Rica el año pasado. María quería averiguar qué le había pasado, pero le dolió la cabeza demasiado para pensar en eso, y se dejó quedarse dormida otra vez.

Cuando se despertó de nuevo, no le dolió la cabeza tanto como antes. Se incorporó lentamente, bostezando y frotándose los ojos. Finalmente, estiró los brazos y miró a su alrededor.

Su corazón dio un salto. No entendía lo que miraba.

Parecía un poco como un bosque, pero en lugar de árboles, había algún tipo de planta muy extraña repleta por todas partes. Eran un color verde brillante y alcanzaron muy alto sobre su cabeza, tan alto como los edificios en el centro de la ciudad. Cada una era al menos tan ancha como el largo de su cuerpo, pero en la otra dirección era solo el grosor de su brazo. María extendió la mano a su izquierda para tocar la planta más cercana. La superficie se sintió áspera y fibrosa, un poco como la cáscara de un coco.

El suelo accidentado parecía hecho de tierra, pero estaba cubierto con piedras, trozos harapientos de madera, y grandes terrones de tierra tan altos como su cintura. Mirando a su alrededor, María se dio cuenta de que no había ningún césped u otras plantas pequeñas en el suelo, a pesar de que la tierra se sentía húmeda y fértil. Su entorno no parecía como ningún lugar que María conocía.

Pero al mismo tiempo, el lugar se sentía familiar de alguna manera. No había césped en el suelo, pero las plantas gigantes casi parecían…

Su pensamiento fue interrumpido por un ruido detrás de ella. Saltó a sus pies al instante y se dio la vuelta. No vio nada, pero de vez en cuando algo susurró de nuevo en la distancia. María se deslizaba hacia la fuente de los ruidos, serpenteando cuidadosamente a través de las plantas apretadas hasta que el suelo empezó a inclinarse cuesta abajo. Adelante a través de las plantas, vio que había un camino despejado situado en el fondo de un valle poco profundo. Estaba a punto de continuar para investigarlo cuando, de repente, su instinto le gritó detenerse.

Un momento después, algo muy grande pasó correteando por el camino, susurrando las plantas en ambos lados. Entonces pasó otro. Aunque su vista fue en su mayoría bloqueada, un miedo primario se apoderó de ella. No tenía ninguna duda de que esas criaturas, lo que fueran, podrían matarla en un instante si la encontraran.

En ese momento María quería nada más que huir lo más rápido posible. Pero había que averiguar qué le pasó. ¿Por qué se había transportado a este lugar extraño? ¿Dónde estaba exactamente? Y sobre todo, ¿cómo podría regresar a casa?

Temblando con miedo, María se deslizaba cuesta abajo paso a paso, teniendo cuidado de no hacer un solo ruido. Después de un minuto llegó a un lugar del cual podía ver claramente el camino entre las plantas elevadas. Aguantó la respiración y esperó.

Finalmente oyó un ruido acercándose por el camino. Como antes, la criatura pasó correteando entre las plantas y se alejó a la distancia. Pero esta vez, María la vio por completo.