Se nos van los dos días sentados en el sofá, entrando y saliendo de los sueños incoherentes en la penumbra y el hechizo de la lluvia y después cuando para la lluvia, nos despertamos.

Song empuja abierta la entrada y sale a la calle, donde se encuentra una calle callada y desierta. Ya no es posible conducir coche por la calle por los árboles que han caídos dentro de ella, como los cadáveres dejando atrás en el campo de batalla.

Quizás los vecinos hayan salido, porque no ve ningún movimiento en el vecindario. ¿Porque no? Casi la mitad de los vecinos ya han envejecido demasiado para vivir solo. Song se pone nervioso cuando ver que la casa está bien envuelto por las plantas del huerto. Por la rapidez con la que las plantas crecen, parece que vayan bloquear nuestra entrada si no salemos de aquí pronto.

La bici ya está arreglada, lista para llevar nos lejos. Tampoco hay mucho para llevar desde la casa, solamente los álbumes de fotos que nos recuerdan cuando mi hijo era pequeño, unas fotos enmarcadas de toda la familia junta, unas chaquetas. Y ya está. Andando por la puerta reprimiendo unos sollozos Song me agarra por la cintura. Ya sé que no importa cuantas cosas empacamos, la casa guarda lo más precioso de nuestros recuerdos .

Él cierra la doble puerta de entrada con la cerradura y tira la llave al césped.

Lo miro y me dice con los ojos que esta es nuestra última salida, lo que dejamos detrás la tierra va a tomar de todo, la casa, el jardín y nuestras huellas.