Pero esta vez, sigue lloviendo días y días.
El césped ya mide casi medio metro, está bastante mojado y pesado que ya no es posible para Song pasar el cortacésped. Tampoco podemos salir por la puerta trasera al jardín, costando demasiado esfuerzo para quitar las plantas de calabaza y frijoles. Cuando no hay mucho que hacer, para no molestarme con sus ronquidos, Song empieza a arreglar la bici, poniendo todas partes de bici encima del suelo de la sala. Tampoco puedo limpiar el cuarto de estar.
Les hemos dejado a las zarigüeyas a entrar en los dos dormitorios en la parte más retirada, el cual tienen el techo goteando todos los días por la lluvia y los agujeros que hacen los animalitos. Song ha bloqueado las puertas desde fuera.
Cada día hay menos espacio para limpiar. Son las nueve en la mañana y ya cruzamos los brazos y nos sentimos muy agotados. El cielo está permanentemente cubierto con una capa de plomo aguado y pesado. La lluvia sigue cubriendo las ventanas como cortinas colgadas desde el cielo.
Una noche antes de acostamos, voy a la cocina para coger un vaso de agua. ELLOS están en la cocina masticando las verduras. Song también escucha el ruido y entra, lo que causa el pánico entre las zarigüeyas. ¡Qué confusión que sigue, con las palabras ininteligibles que balbuceo y con el frenesí de los animolitos que intentan a alejarse de nosotros, subiendo a la campana extractora y a las estanterías! Song me arrastra por mi brazo, me saca fuera de la cocina y cierra la pesada puerta de roble entre la cocina y el comedor.
Ya estamos cerrados dentro del comedor y la sala. ELLOS han tomando otra ala de la casa. Me da mucho pena que no tuve suficiente tiempo para sacar los dispositivos de la oficina. Song me promete que mañana lo intentará. Pero en la noche empieza el apagón, quizá por la lluvia, con el apagón también se corta el internet y las señales de telecomunicación.
Ya se han cortado todas nuestras conexiones con el exterior.