Fernando Pessoa aclamó, “La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros.
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. “
El camino es tanto el destino como el fin. En vez de dejar a la aleatoria nuestro porvenir, deberíamos aprovechar de las oportunidades que surjan. Por ejemplo, después de una tempestad, los árboles derribados podrían servir para un nuevo granero. La vida no solamente saca; nos da. Si fuese posible, podríamos convertir los obstáculos hacia ventajas. El guerrero vencido no es un fracaso sino un aprendiz de las lecciones otorgadas; el hombre rechazado puede invertirse en su futuro aún llegado.
Cabe destacar que el viaje es lo que hace el viajero. Si no fuesen por las triunfos que tenemos, no tendríamos el éxito. Por ejemplo, un deportista de fútbol que practica diariamente por años en una pista abandonada no sería famosa por su nivel profesional sino por la dedicación requerida sin una garantía. Asimismo, el músico que toca la tuba no nace al nivel profesional. Más bien, a través de la practica, el maestro fiel para aquello con un hambriento voraz, se puede alcanzar sus metas.
En pocas palabras, el futuro ya está por escribir. Un cubo de arcilla es mucho más que polvo. Con los esfuerzos dedicados, incluso puede transformarse hasta una estatua de arte. Como el hidalgo de Don Quijote: un molino es un gigante, una posada es un castillo y las mozas son princesas. Por lo tanto, somos lo que vemos cuando cerramos los ojos para ver quienes somos dentro de nuestros corazones.