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“La gitana dormida (1897)”, pintada por Henri Rousseau, nos muestra la amenaza de la vulnerabilidad. El león, un símbolo tangible de lo improvisto, nos juega con los papeles tradicionales de un cazador y su presa. Por otro lado, la forastera es tanto una amenaza como el feline, poniendo en riesgo un frágil ecosistema y jerarquía establecida por miles de años. En la tundra, la búsqueda por la supervivencia destaca la importancia de comer o transformarse a la comida. De la misma manera que la curiosidad nos atrapa en un laberinto de nuestros deseos e inseguridades, el león, ya que sea ilusión o hecho, llega para desafiar nuestra versión de la comodidad.
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