La derrota me envuelve como un fuerte abrazo, cuyos tentáculos me asfixian del aire que me sostiene. En mi alrededor, las sombras grises presagian una batalla aún no luchado. Las vísperas del amanecer son los testigos fieles de la traición de mi corazón desgarrador por un amor poco correspondido. Una pasión tan insípida que sigilosamente me envenena con su mera presencia; Me embelesa en el caos del torbellino de sus emociones, una tempestad de los vientos impredecibles que atraviesan a perseguirme sin vergüenza. Los estragos del tiempo, los ladrones de un sosiego prometido, desenmascaran un temor arremolinado en su podrido destino. Lo único enemigo que no podemos escapar en la carrera contra el reloj, Los granos de arena nos hunden bajo su pesadumbre. ¡No teman! Nuestra rendición no se encuentra en los cuernos de otro, Sino en la firmeza de nuestros propios pasos.