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Un árbol es algo increíble. Lleva años y años de sabiduría, parándose resueltamente en su lugar a medida que el tiempo pasa y el mundo gira.
Me encanta mirar los árboles que rodean mi patio trasero. Se ondean suavamente al ritmo de la brisa, y las hojas lejanas se parecen destellos - un millón de matices de verde billando contra el luz del ocaso, haciendo una música susurrada que alimenta el alma.
Un árbol no pide nada, mientras que da muchísimo. Nos obsequia la vida, pero también la paz, la belleza, y un interminable vínculo a la tierra en la que está arraigado. Sus raices son nuestras raices, su vida es nuestra vida, y su muerte será nuestra muerte también.
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