En mayo, mi madre me di un regalo. Regalos de mi madre, muchas veces, occuran cuando ha comprado alguno nuevo. Obviamente, no necesita dos y me da el viejo si todavía funciona. No me quejo, me gustan cosas libres.
Este regalo fue un cortador de vegetales llamado mandolina. (No es como una guitarra. Es para la cocina.) Una mandolina hace rodajas finas, muy rápida, sin electricidad. El cocinero desliza una verdura por la superficie de corte y las rodajas caen. Funciona mejor si la desliza un poco rapidamente.
El problema es que con cada rodaja que cae, los dedos del cocinero se acercan más del peligro. Es divertido y facil de usar pero casi siempre me corto los dedos.
La primera vez, pense que era un accidente. El segundo, bueno, fui un idiota. La tercera vez, decidé que el problema no era mío, era que la mandolina era un vampiro y tenía sed, sed de sangre.
(Por supuesto no creo eso. Los vampiros son imaginarios.)
Pero en verdad, tuve un problema. Mis pobres dedos habían sufrido bastante.
Llamé a mi madre.
--Hola, cariño. ¿Estás bien?
–Pues, no. ¿Cuántos dedos crees que necesito?
–¿Qué? Todos tus dedos, obviamente. ¿Qué sucedío?
--Me corto los dedos casi cada vez que uso la mandolina que me diste.
–¿Por que no usas la parte pequeña para sostener la verdura?
--¿Qué parte pequeña? Recibí sola una parte y no es pequeña.
--No, no, hay dos partes en una mandolina. Una parte grande con la hoja y también una pequeña. Los dientes en la pequeña apuñan la verdura y sus dedos están muy lejos de la hoja.
--Solo había una parte en la caja que me enviaste. Creo que te olvidaste la pequeña. ¿Puedes buscarla en tu cocina?
--Un momento –. (Era más de un momento, pero esperé.) --La encontré!
--Gracias. Me la puedes enviar?
--Sí, claro.
Ella me la envío y ahora no hay ningún vampiro en mi cocina.
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I copied and pasted it into DeepL and read it and laughed.