¡Hola a todos! Hoy quiero hablar sobre el tercer capítulo del libro Harry Potter y la piedra filosofal.
Al final del segundo capítulo, Harry hizo que la ventana protectora del zoológico desapareciera y la serpiente se escapara, así que los Dursley lo castigaron durante todo el verano.
Mientras, Dudley rompió la nueva videocámara y otros regalos y atropelló a la anciana señora Figg cuando cruzaba la calle con sus muletas.
Harry se alegra de no tener que ir más a la misma escuela que Dudley, pero tiene vergüenza al pensar en el uniforme que tiene (ropa vieja de su primo, teñida de gris por su tía).
A diferencia de Harry, Dudley tiene un uniforme nuevo, que le gusta mucho a sus padres, pero le hace gracia a Harry, quien se esfuerza por no reírse.
Una mañana llegan trés cartas y el señor Dursley le pide a su hijo que las traiga, pero el no quiere hacerlo, así que le toca a Harry. Al leer el texto escrito sobre el sobre, Harry ve una carta dirigida a él. Quiere mucho leerla, pero su tío se lo prohíbe y lo hace él. Tanto el señor Dursley como su esposa tienen un choque al leer la carta y no dejan a nadie más que la lea.
Las cartas siguen llegando, caen en la chimenea, alguien las mete por debajo de la puerta y eso hace que el tío Vermont se asuste mucho. No va al trabajo, se queda en casa, para que Harry no pueda leer ninguna de estas cartas. Al ver que llegan más y más cada día, decide llevar a su familia a un hotel. Por sorpresa de todos, allí también hay cartas para Harry. Así que el señor Dursley alquila un bote y lleva a todos a una choza en una isla. Dudley no deja de quejarse, pero esta vez, nadie le hace caso. Al llegar la noche, empieza la tormenta y todos se acuestan. El único lugar que le queda a Harry para dormir es el piso, así que se queda allí envuelto en una manta delgada, aunque no puede dormir. Se da cuenta de que en unos minutos cumplirá 11 años y justo a medianoche, escucha un ruido y ve a alguien afuera.
Eso es todo por hoy, volveré mañana 😁
¡Adiós!