La vida no es fácil, por ejemplo puede ser el 14 de enero y ya no tienes dinero para comprar pañales por tus dos hijas pequeñas, pueden ser 10 grados menús en la calle y te han cortado la energía en casa porque no la pagaste. Por eso, cuando la vida te hace un regalo, tienes que aceptarlo.
Encontré la mochila en un soto, mientras estaba intentando a persuadir a mi hija de dos años que teníamos que ir a casa. Era una mochila escolar de color fucsia con cintas lumínicas y para mi consternación estaba llena de dinero, dinero en bultos de billetes, dinero que podía ser la solución a todos mis problemas. Desafortunadamente, cuando llegaba a casa y aparqué el coche de bebé en el vestíbulo enfrente de la puerta de mi amiga Amalia, el bebé despertó y empezó a llorar y porque son hermanas también lloró mi hija mayor. Para no enfurecer a todos los vecinos dejé la mochila en el vestíbulo y subió con el bebé en el brazo y la niña arrastrando en la mano. Como subir una escalera de cuatro plantas es para una niña de dos años como gatear al monte Everest, pasó una eternidad hasta que bajé corriendo al vestíbulo, en que ya no estaba ni mochila fucsia.
Estaba enfadada, cuando sonó el timbre de la puerta, enfadada conmigo misma, enfadada con que no había tenido otra mano para llevar la mochila, enfadada con mi amiga Amalia, que seguramente había robado la mochila. Ella siempre estaba un poco adicta al dinero y había quedado la mochila directamente enfrente de su piso. Tenía plan de confrontarla cuando mis hijas dormirán, pero cuando abrí la puerta, estaba ella con una sonrisa un poco con mala conciencia.
“¿Puedo entrar?” dijo, se sentó en el sofá y miró a las candelas que usaba para iluminar el piso. “¿Te han cortado la energía otra vez?”
La niña la dio un bloque de construcción “Es una galleta para ti.” Amalia lo comió con ganas.
“¿Has visto una mochila escolar de color fucsia?” la pregunté sutilmente mientras marché de un lado de la habitación a la otra para que el bebé que tenía en un fular se adormecería.
“¿Una mochila escolar?” repitió con las cejas levantadas.
Ahora la niña a mí me dio una galleta de construcción.
“Mira, te quería preguntar, sí puedes prestarme algo. Tenía comprar zapatas para Toni este mes, pero sí no tienes luz… ¿Qué paso con la mochila?”
Y ahora tenía que relatarla todo y así perdió mitad del dinero.
Hemos en mitad de intercambiar teorías de quien robó nuestra mochila, cuando Toni llamó a su madre desde abajo.
En el vestíbulo Amalia atrapó a Miguel entrando por la puerta con una nueva chaqueta de piel, que seguramente le ha costado un ojo de la cara. Amalia llamó a mí y juntos confrontarnos al adolescente.
“¿De dónde tienes el dinero para esta chaqueta nueva? Sabemos que tu madre no te da ningún dinero hasta que te atrapó fumado.”
La cara de Miguel enrojeció y miró al suelo. “Solo es que en el colegio todos tienen estas chaquetas” murmulló intentando a esconder la seguridad electrónica de la tienda en que robó la chaqueta. “¿Pero por qué me hacen tantas preguntas?” dijo de repente “No es posible que han perdido dinero. Te han cortado la energía otra vez y tú prestas dinero a mi madre todo el tiempo.” Nos miró con curiosidad y yo realizó que perdiere otra parte de mi regalo.
En este momento entró la señora viejita de la segunda planta con su caniche llamado Chocolate y detrás de ella siguió este hombre de treinta años, que nunca hablaba con nadie.
Cuando hemos relatádolos todo, solo me quedó un quinto del dinero.
“Mirad la puerta!” dijo Miguel de repente. La puerta del piso a otro lado del vestíbulo estaba entreabierta.
Allá vivía una señora de noventa años o más, que nunca salía de piso. Abre la puerta cuidadosamente. El corredor estaba llena de paquetes, que la aceptaba por los vecinos. Oigo el televisor, en que hablaban de un atraco de algún banco y entonces la voz de la señora.
“Si...he encontrado el robo de que hablaban en el televisor.”
Nos miramos a nosotros asestados. Porque debería ser una persona honesta que encontró la mochila.
Y eso, oficiales, es porque teníamos que tomar a la señora de rehén.