Héroes desechables - parte 1
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Héroes desechables - parte 1

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Estoy escribiendo cuentos cortos para practicar escribir en español. Este es el primer parte. Espero que les guste la historia.

Parte 1 - Un trabajo bien pesado

El buscapersonas rúnico de Falcona vibraba y brillaba de color azul. «Por fin… un trabajo». Se incorporó y salió su pequeño piso. Hace varios meses había llegado a Hieloencuentro, en la Mancomunidad de los Humanos. Apenas podría se ganaba la vida trabajando tanto como podía. Había venir a Hieloencuentro para vivir libre y tomar sus proprias decisiones. No había muchas oportunidades de trabajar afuera de casa en su tierra natal, El Reino Medio de los enanos. Así que se fue en busca de una vida mejor. Tener que vivir su vida encadenada a un buscapersonas rúnico no fue lo que esperaba. Tenía una clasificación de tres estrellas por la empresa Héroes Como Servicio (HCS), un filial de La Compañía. La compañía manejaba todo en Hieloencuentro.

Caminaba a La Sala de los Héroes, donde los freelancers emprendían nuevos trabajos cuando sus buscapersonas rúnicos vibraran. Seguía por la puerta, y vio un montón de gente formando una cola. Suspiró, y se metía al fondo de la cola. Después de quizás una hora había pasado, por fin podía hablar con una recepcionista. La recepcionista miraba a Falcona sin sonreír.

—Ponga su buscapersonas ahí —dijo la recepcionista, apuntando a la ranura encima de la mesa.

Falcona metió el buscapersonas en la ranura. Hacía un clic satisfactorio. Falcona oyó un ruido que sonaba como si estuviera soplando alguien con mucho esfuerzo. De repente, un pergamino enrollado surgió desde abajo por un grande tubo de vidrio. La recepcionista abrió la pequeña puerta del tubo, y agarró el pergamino. Pasó un momentito leyéndolo, entonces carraspeó.

—Vaya al cuarto G2. Y no te olvides el buscapersonas —dijo, mientras le daba el pergamino a Falcona.

No había estado en ningún cuarto cuyo nombre empezara con G. Se alejó de la mesa y caminaba hacia sección G. Cuando llegó, vio a dos guardias de seguridad. Fueron humanos, como la mayoría de la gente en Hieloencuentro. Se aproximaba hacia ellos. Tenía que mirar hacia arriba para poder ver sus caras, por culpa de sus grandes alturas.

—Muéstrenos su pergamino, por favor —dijo uno de los guardias.

Les mostraba el pergamino. Apenas podía contener su inquietud. Algo parece raro sobre este trabajo.

—Adelante. Puede pasar —dijo el guardia, apuntando con la mano al cuarto marcado G2.

Caminaba hacia la puerta del cuarto G2 y lo abrió. Se movió por dentro y cerró la puerta. Cuando giró hacia el centro del cuarto, vio a tres personas. Un elfo vestido en ropas verdes y marones, un humano vestido en ropa de batalla y otro hombre vestido en un traje de empresas.

El hombre del traje miró a Falcona y sonrió.

—Bueno, tenemos un quórum. Siéntase, por favor —le dijo el hombre a Falcona, apuntando a una silla vacía.

—Soy Cristóbal, su empleador temporal. Aquí tenemos Viterico, el elfo guardabosques, Eilo, el humano guerrero y Falcona, la enana pícara —dijo—. Juntos, tienen todas las habilidades necesarias para este trabajo.

—Habrá mucho tiempo para introducciones luego. Solo estoy aquí para darles instrucciones —continuó.

—Por la ley, hace falta que les conto que este trabajo tiene una clasificación de peligro alto. Si ustedes se sufren daño durante el trabajo, la compañía no esté responsable por ningún costo incurrido. Además, recibirán quinientos reales si cumplan los objetivos. Si estas condiciones no resultan aceptables, puedan salir. Esperaremos al siguiente aventurero.

Falcona contuvo el aliento. Nunca había tenido tanto dinero en su vida.

Cristóbal sacó un mapa de la mochila y lo puso sobre la mesa. Apuntaba a una locación al siguiente, mientras les decía lo que tenían que hacer.

—Me alegra que hayan quedados. Bueno… varios de las fábricas de la compañía fueron atacadas recientemente. Ningún trabajador fue matado, solo los guardias de seguridad. Las máquinas ya no funcionan. Alguien quiere sabotear nuestra producción de productos —dijo.

—No puede ser los druidas. Los deshacíamos hace varios meses. Tienen que ir a esta fabrica y buscar pistas de lo que ha transcurrido —dijo, mostrándoles un punto del mapa.

Cristóbal tiró varios monederos sobre la mesa en frente de cada aventurero.

—Aquí está el primer parte de su recompensa. Úsenlo para comprar lo que necesitan para su misión. Tienen cinco días. Deben empezar mañana temprano —dijo Cristóbal, saliendo del cuarto.

Falcona quedaba sin moverse por varios minutos. No lo podía creer. Iba a tener más dinero que nunca. Más dinero que había ganado por su vida entera. Los otros aventureros contaban su dinero. Falcona agarró el monedero en frente de ella. Sintió tan pesado estaba.

—Pues… ¿Qué hacemos ahora? —dijo Falcona.

Viterico y Eilo se reían.

—¿Es tu primera vez o qué? —dijo Eilo, guiñando.

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